María Montessori nació en la provincia de Ancona, Italia, en 1870 y cuando tenía doce años, sus padres se trasladaron a Roma para que su única hija pudiera recibir mejor educación. La alentaron para que se convirtiera en maestra, la única carrera a la que tenían acceso las mujeres en aquel tiempo. Sin embargo, ella era partidaria de la liberación femenina que se adelantó a su época y estaba decidida a no aceptar el papel tradicional de la mujer. Se interesó primero por las matemáticas; asistió a clase en una escuela técnica para muchachos y finalmente ingresó a la escuela de Medicina.

Sus esfuerzos para ser admitida no quedaron registrados, salvo que primero fue rechazada y después aceptada, obteniendo becas cada año y dedicándose a la enseñanza privada para pagar una gran parte de sus gastos.

En 1986, se convirtió en la primera mujer en graduarse en la Escuela de Medicina de la Universidad de Roma y se incorporó al personal de la Clínica Psiquiátrica de la misma. Visitaba a los niños internados en los asilos para enfermos mentales y llegó a convencerse de que aquellos niños mentalmente deficientes podrían beneficiarse con una educación especial y viajó a Londres y a París para estudiar el trabajo de dos de los primeros pioneros en este campo: Jean Itard y Edouard Séguin.

A su regreso, el Ministro Italiano de Educación le pidió que diera una serie de conferencias a los maestros en Roma; el curso condujo a la creación de la Escuela Estatal de Ortofrendia y la doctora Montessori fue nombrada directora de la misma en 1898.

Trabajó ahí con los niños durante dos años; la doctora consideraba esos dos años como un “verdadero título en pedagogía”. Ella escribió: “logré enseñar a varios (niños con problemas de aprendizaje) de los asilos a leer y escribir tan bien que pude presentarlos en una escuela pública para que los examinaran junto con los niños normales. Y pasaron el examen exitosamente”.

En 1904, fue nombrada profesora de antropología en la Universidad, y continuó con sus demás actividades hasta 1907, cuando comenzó su vida activa como educadora. Se le pidió que dirigiera la guardería de un proyecto habitacional en el barrio bajo de San Lorenzo, Italia. La doctora Montessori aceptó, considerando que era una oportunidad para empezar a trabajar con niños normales.

Debido a que tenía otras responsabilidades, actuaba en calidad de supervisora del proyecto y contrató a una joven sirviente para que trabajara como maestra en sustitución de ella.

Un cuarto sencillo y desnudo fue proporcionado para los pequeños en el edificio de departamentos; la doctora Montessori afirmó que no tenía ningún sistema especial de instrucción, opinaba que las condiciones artificiales requeridas para experimentos científicos impondrían una gran tensión sobre sus niños y no revelarían sus verdaderas reacciones. En vez de eso, trató de crear un medio ambiente lo más natural posible para los chicos y después confió en sus propias observaciones sobre lo que ocurría. Consideraba que todo debe ser adecuado para su edad y crecimiento, donde los posibles obstáculos para su desarrollo son eliminados y donde se le proporcionan los medios para ejercitar sus crecientes facultades.

Ella creía que el niño pequeño está en un período de creación y expansión y es suficiente abrir la puerta; los niños demostraron un grado de concentración al trabajar que parecía sorprendente y más asombroso aún era el hecho de que los niños parecían estar no sólo descansados, sino satisfechos y felices después de sus concentrados esfuerzos. Se observó que el patrón de conducta que conducía a este fenómeno era siempre el mismo. Primero, el niño empezaba a usar una pieza del equipo en la forma acostumbrada, pero en vez de guardar el aparato cuando el experimento había terminado, empezaba a repetirlo.

Un segundo y sorprendente fenómeno en el comportamiento de los niños ocurrió en una forma completamente accidental. La maestra estaba acostumbrada a distribuir los materiales entre los pequeños. Sin embargo, un día se le olvidó cerrar con llave la alacena donde se guardaba el equipo. Llegó al salón de clase y se encontró con que los niños habían escogido ya las piezas que deseaban y estaban muy atareados trabajando. La Dra. Montessori interpretó el incidente como una señal de que los chicos conocían ya el uso de los materiales y querían hacer su propia elección. Le dio instrucciones a la maestra para que les dejara hacer eso y construyó anaqueles bajos para que los materiales fueran más accesibles para ellos.

Hubo un sorprendente acontecimiento con una importancia académica más directa. La Dra. Montessori no había tenido la intención de exponer a niños tan pequeños a actividades relacionadas con la escritura y la lectura. Sin embargo, las madres letradas empezaron a suplicarle que lo hiciera. Finalmente les dio a los niños de 4 y 5 años algunas letras hechas con papel de lija para que las manipularan; los niños se entusiasmaron mucho. Eventualmente, algunos empezaron a conectar los sonidos con las letras y a tratar de pronunciar y de armar palabras. Muy pronto ellos mismos se enseñaron a escribir. En un arranque de actividad, empezaron a escribir por todas partes.

Al observar todos estos cambios en los niños, la doctora Montessori consideró que había identificado hechos importantes y hasta esa fecha desconocidos, sobre el comportamiento infantil. Y sabía también de que debía estudiarlos bajo diferentes condiciones y ser capaz de reproducirlos. Con este espíritu, una segunda escuela se abrió en San Lorenzo ese mismo año, una tercera en Milán y una cuarta en Roma en 1908, la última para hijos de padres acomodados.

En esas escuelas, la Dra. Montessori encontró una significativa y constante diferencia en la respuesta inicial de los niños de hogares acaudalados y los que procedían de familias pobres. Estos últimos, en general respondían inmediatamente al equipo que se les proporcionaba. Los chicos que tenían padres amantes e inteligentes que los cuidaban y que habían sido saturados con juguetes elaborados, por lo regular tardaban desde unos cuantos días hasta varías semanas para poner verdadera atención en los últimos materiales que se les ofrecían. Sin embargo, una vez que se despertaba un intenso interés en aquellos niños, comenzaban a aparecer fenómenos similares a los que se habían visto en la primera Casa de Bambini.

Las noticias sobre el trabajo de la doctora se propagaron rápidamente. Visitantes de todos los países llegaban a escuelas Montessori para verificar con sus propios ojos los informes sobre esos “notables niños”. La Doctora inició una vida de viajes por todo el mundo, estableciendo escuelas y centros de capacitación para maestras, dando conferencias y escribiendo. El primer informe completo de su trabajo, “THE MONTESSORI METHOD”, fue publicado en 1909.

 

 

 


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